viernes, 23 de diciembre de 2011

La educación formal de los niños


Si estas advirtiendo algún inconveniente en el rendimiento escolar de tu hijo, pese a que te sientes motivado a ayudarlo y apoyarlo sin que tus esfuerzos logren dar buenos frutos, existen muchas posibilidades de que el problema no se encuentre en tu hijo, sino en lo que el sistema escolar está haciendo por él.

La educación formal tal como la conocemos hoy, ha sido poco a poco estructura de acuerdo a los intereses de la sociedad, los gobiernos y del sistema económico. Este sistema no se encuentra basado en los intereses de cada niño o cada individuo que desea aprender y desarrollarse. Los intereses creados en torno a la educación formal se encuentran muy distantes a lo que sirve y ayuda a los niños en forma individual, ya que estos se dejan en segundo plano. No se considera relevante los intereses, las inclinaciones, las capacidades, talentos y dones naturales de cada uno de los niños, más bien, se ha querido implantar un programa estructurado a nivel mundial que fortalece ciertas aéreas que servirán al mantenimiento de nuestra estructura social, en desmedro de las que cada cual requiere desarrollar.  Aun no se comprende que La sociedad se vería profundamente beneficiada si cada cual se desarrollara en plenitud.

Más que hacer juicios sobre lo que nosotros mismos hemos construido bajo el nombre de educación formal, es conveniente observar sus falencias con la finalidad de hacer las correcciones que tengamos al alcance y que son muchas y muy amplias.

Un tema importante es que la educación formal está basada en una forma de aprendizaje que no es natural para el ser humano. Nuestras facultades y capacidades intelectuales son enormes y todas son posibles de desarrollar en base a la utilización de la imaginación. No existe otra manera de aprender que no sea en base a la imaginación y al proceso de guardar imágenes mentales. Todo lo que aprendemos en la vida, del área que sea, es almacenado en forma de imágenes. En la educación formal, la utilización de la imaginación parece estar prohibida.

Muchos son los casos en que los niños son fuertemente criticados por sus profesores por realizar algunas tareas aplicando su imaginación saliéndose de los esquemas predeterminados. Supe el caso de una mujer que pasados los 50 años de edad aun se quebraba al recordar que cuando era muy niña fue ridiculizada por su profesora frente a todos sus compañeros de curso por haber pintado el tronco de un árbol de color rosa. Todos los que hemos asistido a colegíos tradicionales cargamos con uno o varios episodios traumáticos creados por nuestros profesores por haber utilizado nuestra imaginación y haber hecho alguna acción que ni siquiera pensamos que sería fuertemente juzgada, provocando un evento que drenó energía vital y natural de nuestro SER al sentir que estábamos cometiendo un pecado que debía ser castigado. Nuestros sistemas de educación no pueden seguir haciendo esta mutilación de un aspecto tan importante del SER.  Albert Einstein dijo que la imaginación es más importante que el conocimiento.

Otro aspecto importante es la disminución de los tiempos libres que los niños necesitan para crear su propia vida. Las largas jornadas escolares no permiten que los niños puedan jugar como necesitan. El juego es la única y mejor forma de aprender cuando somos niños. Si la educación se basara en el juego, todos podríamos incorporar la información necesaria y retenerla por todo el tiempo que se requiera. Sin embargo, la escuela está muy lejos del juego. Se ha convertido en una pesada obligación con extensos horarios, negando el justo derecho a moverse, expresarse, interactuar, comunicarse, relacionarse, inventar e innovar libremente.  Los conocimientos se entregan en forma fija, estática,  aburrida y en jornadas extenuantes para cualquiera, especialmente para los niños que por naturaleza necesitan más que nadie experimentar. Los horarios escolares no están favoreciendo el aprendizaje, más bien han sido establecidos con una finalidad diferente, que se relaciona con proporcionar los tiempos  requeridos por sus padres para cumplir sus propias jornadas de trabajo, evitando el problema de los niños solos en la casa y/o en la calle.

Los conocimientos entregados a los niños están siendo limitados a los que supuestamente requiere la sociedad, privilegiando aquellas aéreas más comercialmente necesarias. Se están dejando de lado las aéreas creativas, las artes y otras que al parecer pueden no ser tan relevantes y se fortalecen materias como las matemáticas y otras que aparentemente son más útiles. No se considera que un ser humano es un ser de amplitud que necesita expresarse en forma holística, utilizando todas sus facultades para lograr una vida armoniosa y feliz. Cuando se limita la expresión de algún área en especial, la persona se ve fuertemente afectada, pudiendo manifestar intensos sentimientos de frustración y desdicha en la vida adulta aun habiendo conseguido un significativo logro académico y profesional.

Actualmente se está permitiendo la formación de profesores casi por accidente. No se está privilegiando la vocación de maestro, mas bien, es una profesión que puede ejecutar cualquier persona que lo decida, aun sin tener su alma comprometida con lo que ésta tarea significa. Un maestro une su espíritu con el de su alumno y se hace uno con él, dando lugar a un intercambio de energías mutuas que hace que el aprendizaje se convierta en un viaje mágico y no en una obligación pesada de cargar. A un maestro no le interesa la calificación porque entiende que la calificación es una comparación entre seres individuales que no pueden ser comparados. Su mayor función consiste en empapar la dicha de aprender a aprender.

Entre otros temas, la separación temprana del niño con sus padres, especialmente con su madre, puede afectar profundamente su autoestima. El niño es sometido a un régimen diferente al medio de confianza, cariño y amor proporcionado en su hogar, siendo esto el mayor soporte emocional y espiritual de la infancia necesario para formar un adulto seguro y feliz.

Hay muchos aspectos de la educación que podemos mejorar en conjunto. Si escuchamos a nuestros hijos, descubriremos  algunas verdades al respecto que podemos considerarlas con un mayor grado de importancia. Además, podemos recordar lo que nosotros mismos vivimos en la infancia escolar.

Es maravilloso sentir como cada vez somos más los que nos interesamos en hacer mejoras importantes en esta área.  Hay profesores que han renunciado a su trabajo para dedicarse a crear una educación diferente, con sistemas que favorecen el crecimiento y desarrollo del ser como centro, hay escuelas de educación libre naciendo por todos lados, hay un inmenso interés en hacer de la educación un apoyo al crecimiento y la expansión del SER en todo su esplendor.

Patricia González
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jueves, 8 de diciembre de 2011

Los hijos en la familia


Los padres somos los dadores de la vida a los hijos. Los hijos no tan solo reciben la vida que les entregan sus padres, sino que también reciben un conjunto de información contenida en el ADN de sus progenitores. Sin embargo, además de toda la herencia de sus padres, que viene a través de las anteriores generaciones, el niño trae una increíble y vasta inteligencia que puede ser liberada y utilizada por él a lo largo de su existencia terrenal. Aunque se nos hace difícil creerlo, los niños vienen dotados con la sabiduría y el poder necesario para guiarse en la vida y aprovechar su máximo potencial en forma natural.

Los niños nacen con una increíble capacidad para expresar paz, confianza, amor y libertad. Pero, generalmente, a los pocos años de vida, todas estas virtudes van quedando fuertemente bloqueadas a causa de todo lo que sus padres y la sociedad comienzan a transmitirle en forma reiterativa hasta lograr su esperada “adaptación al medio”.

La gran mayoría de los padres  esperamos que los niños se adapten lo más rápido posible a lo que hemos creado en comunidad, la tarea se nos hace urgente. Es deseable que ellos se comporten de una manera adecuada para evitar muchos posibles problemas, tanto para sus padres como para ellos mismos. Sin embargo, con esta actitud, seguimos creando siempre las mismas situaciones, tanto en los temas sociales, económicas, de salud, de desarrollo personal, niveles de felicidad, expresión limitadas del ser y tantas otras que ya conocemos demasiado bien.

Muchas son las personas que ya reconocen que los problemas que tiene la humanidad hoy pueden ser mejorados con cierta facilidad haciendo algunos cambios de paradigmas, incluyendo algunos conocimientos y aplicando en mayor grado la guía dictada por el corazón. Poco o nada ganamos por esforzarnos en seguir extendiendo los mismos modelos a nuestros hijos cuando las cosas pueden ser perfeccionadas. Si algo se puede mejorar, no es necesario seguir imponiendo esos modelos que ya sabemos que están quedando obsoletos y que quedan estrechos a los nuevos tiempos.

Los niños de hoy tienen una característica muy marcada, ellos son más claros y más despiertos. Les aseguro que si escucháramos sus ideas y les pidiéramos sus consejos, aunque tengan muy poca edad, ellos nos darían soluciones reales a los inconvenientes que estamos viviendo nosotros los adultos. Por ejemplo, ellos saben que todos los medios materiales son alcanzables y nos pertenecen. Nosotros nos empeñamos en que ellos entiendan que ganarse la vida es muy difícil, que hay que sacrificarse y trabajar duro para poder sobrevivir. He escuchado a muchos padres que niegan algunas cosas a sus hijos para que ellos aprendan que en la vida no todo se consigue, que hay que aprender a reprimir los deseos de tener algunas cosas o que tienen que esforzarse mucho para conseguirlas.

Cuando transmitimos estas y otras ideas limitantes a nuestros hijos, generamos una corriente de frustración, ansiedad, temor, culpa, vergüenza, incomodidad, resentimiento, ira y otros sentimientos y emociones negativas que no nos corresponden como seres humanos. Cada vez que insistimos en que ellos aprendan lo equivocado que nosotros pensamos de la vida y de nuestras capacidades, generamos en ellos un desconcierto que los llenará de dolor y de varios inconvenientes que pueden generar hasta problemas de salud.

Generalmente, un niño pequeño enferma solo a causa de lo que siente y percibe de sus padres, especialmente de la madre que es la persona que muestra el niño como es el mundo y la vida. Los niños muy pequeños reciben las vibraciones sin que existan palabras de por medio. Ellos pueden darse cuenta de los problemas de pareja sin que jamás nadie les explique nada. Pueden advertir el estado de ánimo de sus padres, la armonía o la desarmonía. Pueden sentir las preocupaciones, nerviosismo y  toda la variedad de resonancia energética que los rodea.

Cada sensación percibida por el niño formará el mundo que ve. Su mundo se modelará de acuerdo a las sensaciones que más se repitan, se refuercen y se fortalezcan en su infancia. Todo su mundo dependerá de la calidad de su ambiente y este puede llegar a ayudarlo a ser más feliz o a impedir que lo sea con facilidad.
Pero esto no es casualidad. Los niños eligen a sus padres, ellos eligen las circunstancias que desearan vivir y todo su aprendizaje de infancia solo será una manera de experimentar a su SER interior. Los hijos tendrán la hermosa labor de hacer los cambios necesarios de mentalidad, aun sin desear querer cambiar la de sus padres. Ellos pueden mejorar todo lo que han recibido de sus padres por amor a la evolución. Por esta razón no existen los errores en la crianza de los hijos. Los hijos han recibido la tarea para hacer algo con eso, para hacer un aporte a la humanidad y seguir el camino de la evolución. Los hijos se encargarán de trabajar con las flaquezas de sus padres y los padres pueden comprender con amor esa inmensa y maravillosa responsabilidad.

Podemos aceptar que los niños vienen dotados de una inteligencia natural y que ellos serán los encargados de expandir las nuevas tendencias de la conciencia colectiva. Cuando insistimos en trasmitir a los niños lo que puede ser mejorado, aparecen los “niños problema”, los que se pueden expresar en forma rebelde, extrovertidos o introvertidos. Los niños que aparentemente son niños problema, casi siempre son los más claros, son los que cuestionan lo que les hemos mostrado, son los que ven mas allá de nuestras limitaciones, son increíblemente inteligentes, están más conectados a su guía interior, pero se han vuelto un problema porque nadie ha querido respetar su verdad.

Patricia González
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martes, 29 de noviembre de 2011

Lo que la sociedad espera de los jóvenes



La gran mayoría de las personas piensa que para que un niño logre el éxito en su vida, tendría que cumplir con lo que la sociedad espera de él. La sociedad espera de él lo que está de moda. Hace muchos años atrás, se esperaba que un hijo varón fuera capaz de trabajar el campo, que fuera fuerte y esforzado y que una hija mujer, fuera una buena dueña de casa y cuidadora de los hijos. En esos tiempos, las primeras mujeres que quisieron ejercer una profesión reservada a los varones fueron fuertemente criticadas, perseguidas y juzgadas.

Actualmente la sociedad espera que los niños y niñas cumplan con sus estudios formales, que lleguen a ser profesionales, para luego de emplearse logren una cómoda vida con la mejor posición posible. Muchas veces los mismos padres, guiamos a nuestros hijos para que escojan sus carreras de acuerdo a las profesiones que garanticen un buen pasar.

La sociedad está en continuo movimiento, siempre está cambiando sus patrones de referencia y al fin al cabo la hacemos nosotros mismos. La sociedad puede llegar a comprender que los jóvenes pueden desarrollarse en lo que más los identifique como seres humanos, y en la labor que más les acomode, ¿quién puede juzgar eso?  La sociedad es muy dura para juzgar a los que no se alinean a sus filas. No hay necesidad de cortar las alas a nadie porque no se pone  a tono con la sociedad.

He escuchado a algunos jóvenes que se dicen así mismos “no soy nadie” o “quería ser alguien” con un inmenso sentido de impotencia, porque por diversas razones, han dejado sus estudios formales. Ellos sienten que sus vidas están finalizadas. Todos sabemos, que los estudios ayudan mucho, pero no es necesario llegar al extremo de decir que si no tenemos estudios formales “somos nadie”. ¿Quién les ha ensañado a pensar eso de sí mismos?

Un ser humano es y será un ser humano bajo cualquier circunstancia, sea la que sea. Sabemos de grandes personajes contemporáneos y de nuestra historia que no tuvieron estudios formales y se han convertido en grandes líderes que aportaron y siguen aportando tanto bien a la humanidad y se han convertido en un ejemplo a seguir. Entonces ¿Por qué tenemos tanto miedo de lo que puedan o no puedan estudiar nuestros hijos?

Las presiones de la sociedad nos ciegan y muchas veces privilegiamos lo que ella dicta por sobre los intereses de nuestros hijos. ¿Cuántas discusiones se pueden encontrar al interior de las familias cuando un hijo quiere seguir una línea que no parece ser la más adecuada según la sociedad? Es importante escuchar a nuestros hijos para ayudarlos a utilizar sus dones naturales. 
 
Con el tiempo nos hemos dado cuenta que nuestros hijos pueden realizarse expresando lo que son con sus dones especiales, no tan solo van a asegurar su éxito económico, sino lo más importante, sentirán la dicha expresar su ser y el aporte que solo ellos pueden dar a la humanidad. Hay muchos adultos con muy buenas condiciones laborales que se sienten insatisfechos con sus trabajos porque no están siendo uno consigo mismos y están en una rutina que los agota, estresa y deprime.

Existe una enorme diferencia entre la persona que expresa su ser en el trabajo que realiza y la persona que va a su trabajo por el dinero que recibe a fin de mes o porque ha seguido una tradición familiar en un negocio que tampoco lo hace sentir realizado. Las primeras se van llenado de vitalidad y oportunidades en la vida, en cambio las segundas se van apagando por dentro, hacen su tareas sin dedicación, sin amor y hasta llenos de amargura, solo desean que llegue pronto la hora del término de la jornada de trabajo para irse a descansar.

Los jóvenes vienen dotados con sus dones especiales a los cuales no pueden renunciar por más que no estén de moda. Todos hemos sentido esa fuerza increíble de expresar lo que somos. Hemos de dejar que los niños sean lo que tienen que ser, podemos ayudarlos, aun yendo en contra de lo que sociedad puede estar imponiendo como modelo. Para ser no se necesitan modas, se requiere escuchar al corazón y seguirlo hasta las últimas consecuencias. Eso nos asegura el éxito, la dicha y el bienestar económico como añadidura.

La humanidad necesita de sus jóvenes desarrollándose plenamente. Cada uno aportará lo que tiene que aportar. Si no ha sido posible que completen sus estudios formales será por alguna razón importante. Necesitamos emprendedores e innovadores en muchas aéreas de la producción, se requiere nuevas ideas que generen riquezas, se necesitan creadores de nuevos productos, nuevos servicios, mas artistas, mas deportistas, mas escritores y tantas mas expresiones del SER.

Nadie puede sentirse a sí mismo un “don nadie”, por más extrema que sea la situación en que se encuentra, es la experiencia que necesita vivir. El plan de su alma lo ha llevado a ese lugar con la finalidad de completar algún aprendizaje importante. Posiblemente sea esa la finalidad de la experiencia, saber que sigue siendo un ser completo y pleno en medio de los juicios de la sociedad.

Patricia González
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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Deja que se expresen



Los niños nacen tan claros y tan limpios, que son capaces de expresarse tal cual como son sin importar el lugar donde se encuentren. Los padres ya no son así, ya se han dejado aplastar por la maraña de condiciones que debe cumplir una persona para ser agradable y aceptado por la sociedad. Los niños no saben de eso y los padres se sienten desesperados cuando los ven tan libres en esos lugares donde supuestamente  no debieran serlo.

Entonces los padres se encargan de estar al lado de sus hijos, mirándolos como si estuvieran cometiendo un delito, se avergüenzan de no haber podido lograr domesticarlos y se dejan caer con señas o palabras de control sobre el niño delante de sus pares para que los demás vean con sus propios ojos que como padres son inocentes, queriendo demostrar que es el niño  el que se resiste y no son ellos los que han fallado en su buena educación. Quieren demostrar a los demás, que es el niño el que no ha querido comprender como se debe comportar en sociedad.

Según los padres, el niño debería comportarse tan cual como ellos lo hacen, el niño debería estar quieto, atento a lo que los demás esperan, incluso listo para dar el paso libre a los adultos que transitan junto a él, como si fuera un estorbo.

El niño jamás había escuchado hablar de esto, no sabe de qué se trata esta extraña situación, queda sorprendido, incomodo, desconcertado y muchas veces avergonzado. Los padres se encargarán de repetírselo cada vez que sea posible, hasta que el niño comprenda que no es aceptable ser libre de expresarse tal como es. Tarde o temprano el niño tendrá que darse cuenta que en el mundo de los adultos esto es como un pecado y terminará por atender a los requerimientos de los demás antes que los suyos propios. Aprenderá a utilizar mascaras de comportamiento  dependiendo de donde se encuentre y de quienes lo rodeen. Será cada vez más cuidadoso de no ser tal cual como es por respeto a los demás.

Desde estas correcciones que aparentan ser tan inocuas, nacen las ideas preconcebidas de muchos adultos, de que la opinión de los demás es demasiado importante. La expresión de si mismos ha quedado sepultada bajo capas de cemento y no recuerdan lo que era su propia expresión. Me impacta escuchar a mis clientes cuando me dicen que no recuerdan lo que les gustaba hacer desde niños o en la adolescencia. Simplemente lo olvidaron. En estos casos queda en evidencia la prematura edad en la que comenzaron a recibir tal enseñanza o queda de manifiesto la persistencia de los mayores que los rodearon. En este estado de olvido seguir el llamado de su corazón parece imposible. Ni siquiera saben de lo que se trata eso, ¿Cuál corazón? ¿El corazón nos habla?

¿En qué nos puede ayudar seguir creando adultos bloqueados, apelmazados, tiesos, dolidos, amargados y depresivos?

Todos comprendemos que los niños no pueden saltar y reír en algunas circunstancias y en esos casos la guía de los padres se hace muy necesaria, no para achatar a sus hijos, sino para ayudarlos a ser en las diferentes situaciones. Ellos son tanto o más comprensibles que nosotros, con algunas explicaciones validas bastará.  Si son muy pequeños, es mejor evitar estas situaciones  y si no es posible evitarlas, se puede aceptar que es natural que los niños se muevan, jueguen, salten y rían. No hay necesidad de deshonrarlos en ninguna circunstancia.

Nuestra apertura consiste en comprender que lo que ellos hacen es natural y que lo que sus padres esperan  que hagan no es natural. Los niños están más claros que nosotros los adultos aunque nos cueste mucho aceptarlo, ellos saben que tenemos el legítimo derecho a expresarnos libremente en toda circunstancia y que además es necesario que así sea.

Los niños que son respetados por su condición de experimentadores y exploradores felices, serán más dichosos en su vida adulta. Serán expresivos, curiosos, imaginativos, mas extrovertidos, sabrán escuchar su corazón, serán mas auténticos, serán mas estimados por los demás, serán mas creativos y mas libres para moverse en esta vida. Ellos tienen en sus manos la tarea de crear la sociedad y necesitan más que nadie estas facultades. De esto depende el rumbo que tome la humanidad, en sus manos están las nuevas decisiones y la claridad que tengan será vital.

Patricia González.
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jueves, 27 de octubre de 2011

Una nueva relación con los hijos



Nuestros hijos vienen al mundo terrenal siendo nosotros los portadores de la vida biológica, pero además, siendo el medio para que esa alma tenga una oportunidad de practicarse a si misma, en forma libre e independiente.

Nuestros hijos nos eligen como sus padres, seguramente para encontrar las situaciones que han deseado trabajar en la nueva encarnación. Ellos, tal como nosotros, ya han venido varias veces  a la tierra o quizás vengan de otros mundos. El caso es, que vienen a vivir la experiencia de la vida terrenal y nosotros, los padres, solo seremos sus compañeros de viaje.

Este viaje de aprendizaje no solo le corresponde a los hijos, también nos corresponde a nosotros los adultos. Los que hemos sido padres, nos hemos dado cuenta de que en ellos vemos reflejados varios de nuestros comportamientos y varios de nuestros pensamientos, sean agradables o no. Nos vemos reflejados en ellos y se nos presenta la oportunidad de hacer algunos cambios, cuando lo que vemos puede ser mejorado.

En realidad, jamás hemos cometido errores en la convivencia o en la educación de los hijos.  Todas las situaciones que se viven con ellos, son las que corresponde haber vivido y no hay motivo para sentir culpa ni arrepentimiento. La experiencia  de ser padres nos deja a la vista un sinfín de aprendizajes que podemos tomar o desechar. Si los tomamos habremos aprovechado la oportunidad para crecer. Se requiere tanto amor y tanta paciencia, pero la experiencia es extraordinaria.

No existen los padres perfectos, tampoco los hijos perfectos. Como todo en esta vida, se trata de caminar juntos en el aprendizaje y nada más. Quizás lo más importante y lo más difícil de todo será aprender a honrarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos. Honrarnos es una tarea pendiente. Tenemos la tendencia a quejarnos, criticarnos y juzgarnos  mutuamente, los hijos contra los padres y viceversa.

Para los padres resulta muy difícil comprender que los hijos son libres de ser, experimentar y expandirse según sus dones naturales. Muchas veces optamos por la pesada e indiciosa tarea de controlar y exigir que ellos se desarrollen de acuerdo a nuestros intereses. La mayoría de las veces estos intereses son nuestros propios sueños frustrados. A veces queremos evitar que ellos sufran las mismas situaciones complicadas y dolorosas que nosotros vivimos en el pasado y les rallamos la chancha para que ellos se conduzcan desde nuestras experiencias y no facilitamos las suyas propias que pueden ser tan distintas  a las vividas por nosotros.

Estas situaciones son increíblemente complejas. Es muy difícil amar a nuestros hijos con una amor que les de la libertad para volar hacia donde ellos quieran. Nuestros miedos se hacen presentes y lejos de ser el apoyo que necesitan para su propio desarrollo, nos empeñamos en querer protegerlos y evitarles los inconvenientes que creemos, ellos, puedan tener. Influenciados por esos miedos introducimos una y mil condiciones y normas, para pretender regular las líneas de su desarrollo. Jamás alguien mas como un niño escucha tantos “no” y tan seguidos. Cada uno de esos “no” queda grabado en su mente para siempre y en la vida adulta pesan enormemente para el logro de cualquier objetivo.

Los hijos siempre sabrán cuando nos estamos entrometiendo en sus vidas más de la cuenta.  Muchas veces ellos nos hacen saber su sentir con sus quejas y también, muchas veces, les hemos dicho que su apreciación no es correcta, basados en que ellos no tienen la experiencia que nosotros tenemos.

Los hijos pueden recibir nuestra experiencia, la necesitan, pero no necesitan nuestra presión e intromisión en sus temas personales.  Podemos aportar entusiasmo y motivación, pero no necesitan exigencias. Ellos requieren contar con  todo lo que hemos vivido como padres, pero no para imitarnos, sino, para superarnos. Ellos lo harán mejor que nosotros, porque la evolución lo necesita. Si esperamos que los hijos hagan solo lo que nosotros les indicamos, este objetivo no se logrará. Cuando hacemos eso, ellos lo perciben y se expresan con rebeldía.

La rebeldía es un valor de los jóvenes. Ellos tienen la inmensa tarea de perfeccionar todo lo que han hecho sus padres y podemos confiar en que lo harán. Están mas conectados a su corazón, están mas claros, están mas libres de la programación mental y pueden escuchar a su ser superior con mucha facilidad. Ellos pueden darte consejos increíbles si pones atención a sus palabras inspiradas en lo superior. Tratar de detenerlos no será posible, tratar de entenderlos tampoco. Solo amarlos por su valor de querer hacerse cargo de los siguientes peldaños de la evolución de la humanidad.

Es tan increíble el hecho de que muchos padres, sintiendo que sus vidas son poco felices, exigen a sus hijos que sigan el mismo camino. En esto se basa la utilización de los fármacos que recetamos a los niños de hoy, para hacerlos más dominables. Los niños sienten que lo que se les está dando es aburrido y añejo, ellos quieren y necesitan nuevas fronteras. Para hacerlos encajar dentro de nuestra visión, nuestros planes y los requerimientos de la sociedad, los cedamos.

Nuestros hijos aceptan todo lo que queremos imponerles por amor y solo por amor a sus padres.  Se pueden quejar, pero en la mayoría de los casos ellos reciben lo que decidimos darle. Los padres que despiertan a la nueva conciencia tienen la oportunidad de reconocer qué enseñanzas ya no sirven y podrán dejar de trasmitirlas a sus hijos. Los padres que ya han descubierto el inmenso retraso y dolor que produce el sentimiento de culpa, entre otros sentimientos inútiles, dejarán de transmitirla a sus hijos y se encargaran de hacer todo lo posible por revisarse antes de querer imponer otros sentimientos no deseados por experiencia propia. Ellos se habrán dado cuenta que existen varios conceptos que ya no sirven para aportar a la felicidad de nadie y mucho menos a la felicidad de sus hijos.

Castigar a un hijo para que sea feliz es una increíble contradicción que solo queda presente en la mente de una persona que aun no despierta y no sabe lo que está haciendo. Así como esta contradicción hay muchas más que podemos superar con mucho amor, hacia uno mismo y a nuestros hijos.

Los hijos no requieren que sus padres sean perfectos, ellos solo requieren la posibilidad de crecer juntos en armonía, atravesando cada uno de los desafíos que se presenten con una inmensa paciencia y un profundo  amor.

Patricia González.
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martes, 4 de octubre de 2011

Nuestros hijos en la nueva conciencia



Aquellas personas que advierten que estamos en medio de cambios rápidos e importantes, los que saben que podemos ampliar nuestra conciencia sin limites, los que se preguntan permanentemente como cambiar la programación impregnada que ya no les sirve, los que están  desprendiéndose de esas ideas viejas, generalmente también se preguntan como guiar a sus hijos para que tengan una niñez mas acorde a los nuevos tiempos, para que puedan proyectarse naturalmente, permitiendo que su propio ser se despliegue libre y feliz.

Los padres que se están reconectando con el ser que son verdaderamente, están queriendo acompañar a sus hijos, contenerlos y cuidarlos para que ellos puedan brillar con su propia luz. Estos padres ya no aceptan aquellas normas viejas que carecen de sentido y están dispuestos a romper estructuras familiares, culturales, religiosas y educativas.

A veces esta tarea resulta muy complicada para el mismo adulto y cuando se trata de traspasar estos niveles nuevos a los hijos, las cosas se complican aun más. Romper las estructuras es quedarse sin guía por un momento, sin poder volver a lo viejo y desconociendo el camino nuevo. Muchas veces la presión de la sociedad pesa sobra nuestras decisiones y nos cuestionamos.

Sin embargo, hay una fuerza interna que nos empuja al cambio, hay una fuerza superior que nos habla, el corazón nos dice que hay mucho que mejorar en relación con los hijos y el corazón nunca se equivoca.

La evolución de la conciencia nos impulsa a plantearnos nuevos desafíos, los que alcanzan a todos, padres, docentes, médicos, psicólogos, psicopedagogos, terapeutas y tantos más.

El camino es nuevo para todos, pero hay una senda muy clara, lograr el contacto con el alma de los niños. Nuestro corazón nos guiará.

Los niños están pidiendo un reconocimiento de su divinidad y ayuda para desplegar su propio SER,  libre de límites y modelos antiguos y añejos que ya no sirven.

Ellos saben que lo que les estamos ofreciendo puede ser perfeccionado.

Patricia.

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