martes, 13 de marzo de 2012

Cuando los niños no quieren comer


Es legítima la preocupación de los padres cuando ven que sus hijos se resisten a comer o simplemente no quieren ingerir alimento ninguno. Los padres saben que si un cuerpo físico no es alimentado se debilitará o enfermará y eso genera mucho temor. Con mayor razón si se trata de nuestros hijos pequeños. Por lo general, los padres se sienten muy angustiados y esta angustia se apodera de su calma hasta hacer saber al niño que se está brindando una verdadera batalla entre que “comes o te enfermas”.

Un niño es un Ser que puede decidir dejar de comer por varias razones. Por lo general, un niño que se resiste a comer está expresando una protesta que nada tiene que ver con querer enfermar, todo lo contrario, está queriendo informar que algo no está bien en su ambiente y quiere que eso se haga notar. Esto tiene una connotación absolutamente diferente a nuestra preocupación, el niño está queriendo colaborar para hacer su vida más llevadera y no tiene ninguna intención de deteriorar su salud.

Algunos niños pueden resistirse a comer cuando enfrentan alguna situación muy complicada. Cuando advertimos que nuestros hijos no se sienten bien, que están más apagaditos o con bajo ánimo, podemos comenzar la búsqueda de esos inconvenientes y tratar de subsanar esas circunstancias que los hacen sufrir. Este estado, que puede afectar su apetito, puede provenir de varias fuentes: un ambiente poco amoroso en su hogar, desarmonía entre sus padres o los integrantes de la familia, angustia por alguna situación que lo está dañando y tantas más. Ellos son muy sensibles a su medio ambiente y serán afectados por cualquier situación incómoda, desagradable o de deshonra en  su contra.

Si al contrario, vemos que nuestros hijos corren, ríen, bailan, cantan y se desenvuelven vibrantes y felices hasta que llega la hora de comer, entonces el mensaje está muy claro. Están expresando una molestia que se relaciona más directamente con la tensión que se pudo haber instalado cada vez que llega la hora de comer.

Descartando problemas mayores, la tensión que se produce a la hora de la comida pudo haberse gestado en episodios esporádicos que se fueron acrecentando en el tiempo debido a la preocupación de los padres.  Es posible que en un inicio, el niño se resistiera a comer cierto tipo de alimentos porque su cuerpo está más conectado con su Ser Superior y tiene esa claridad para saber qué es lo que no necesita seguir ingiriendo.

Los niños pueden llegar a saber que ciertos alimentos no son tan nutritivos para ellos por contener un alto grado de componentes químicos que no son beneficiosos para su cuerpo, cosa que a los adultos se nos hace más difícil advertir. Algunas veces ellos necesitan dejar de tomar la leche u otro alimento por unos cuantos días porque su cuerpo tiene suficiente nutrición en ese aspecto y ya no lo necesita o requieren un reposo para eliminar sus excesos. Ellos saben mejor que nosotros lo que necesitan comer, pero nosotros creemos que es al revés.

Cuando un niño se siente satisfecho con algún alimento que ha sido muy repetitivo, puede negarse a injerirlo en forma natural. Los padres tienen la tendencia a creer que algo grave le pasa y por lo general acuden al médico de inmediato, el que también puede no advertir de lo que se trata en su profundidad. Si los padres se angustian mucho debido a esta situación, los niños lo sentirán también. Ellos, más que nadie, perciben absolutamente todas las energías que los adultos están emitiendo y sin ninguna duda que advertirán que existe algún problema con la comida. El niño no sabrá muy bien de qué se trata, pero entenderá que él tiene algún problema con la comida. Cuando el niño comienza a creer que tiene problemas con la comida, se producen trastornos y desordenes de la alimentación, como desear comer golosinas u picar a deshora.

En suma, dependiendo de la angustia de los padres, esta situación puede crecer y crecer a niveles muy traumáticos. Lo vi en mi familia, recuerdo que una de mis hermanas menores no quería comer en la cantidad deseada por mis padres y el solo hecho de presenciar la cantidad de energía negativa que se respiraba cada vez que le llegaba la hora de comer, hacia que hasta a mi me dieran ganas de correr y huir del lugar para nunca más volver. Para mis padres esto era manera de amarla, era una muestra de preocupación y cuidados, pero para mi hermana era una verdadera tortura que nunca hubiera querido vivir.

Los niños que están sanos y que se resisten a comer simplemente están expresando una verdad muy grande que hace algunos años leí en las palabras de OSHO: “El alimento para un ser humano no es la comida, sino el amor”. Esa frase me hizo comprender como los padres podemos confundir el deseo de ayudar a los hijos en su alimentación, con un deseo convulsivo de que querer alimentarlos aunque sea contra su voluntad.

Un niño normal que se resiste a comer puede volver a recuperar sus deseos de alimentarse normalmente cuando se vuelva a restablecer la armonía, la paz y el amor a la hora de sentarse a la mesa y enfrentar el plato de comida. La hora de comer puede transformarse en una agradable reunión, muy útil para comunicar el gran respeto que se tiene frente a ese ser humano pequeño, al igual que atendemos a un adulto invitado de honor a nuestra mesa. Podemos ofrecerle comidas diferentes, preparadas diferentes, adornadas con colores, aromáticas y en atrayentes platos, pero lo que es más importante, que sea servida y compartida con tanto amor que sea éste el verdadero alimento que estamos entregando. Este es el ingrediente principal.

No es difícil conquistar a un niño para saborear delicias preparadas  y servidas con amor. Podemos integrarlos en su preparación y también podemos aceptar sus opiniones al respecto. Podemos afinar el odio a percibir cuales son aquellos alimentos que el niño mas apetece de consumir y también comprender que es necesario variarlos de acuerdo a sus necesidades. Evidentemente que se requiere paciencia y tiempo, pero ese es otro asunto.

Patricia González
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