domingo, 15 de enero de 2012

Cuando decimos no a nuestros hijos



Todo padre que está queriendo seguir el camino espiritual, seguro que ya se ha encontrado con una verdad que aun nos pasamos por alto muy seguido. Esta verdad es: “el universo no entiende los no”.

El universo funciona en positivo, digamos que funciona en base a movimiento y es incluyente de todo lo que existe. Cuando pretendemos crear alguna cosa en forma deliberada, ya sabemos, no podemos pedirla en base a “no quiero esto”, porque el universo solo escucha el “esto”. Entonces, todos los maestros nos ensañan que si queremos orar y pedir algo nos conviene hacerlo en positivo, lo más claramente posible, en tiempo presente y llenos de fe.

Este mismo principio es apropiado en la educación de los hijos. Nada es más nefasto y negativo para nuestros hijos que miles de “no” sonando por todos lados desde muy temprana edad. Si hacemos memoria de nuestra niñez o ponemos atención a los padres que pasean con sus hijos en la calle, escucharemos miles, pero miles de “no”.

Los niños que se encuentran mas conectados a su divinidad que los adultos, procesan esos “no” igual que el universo. Cuando les decimos “no seas desordenado”, el niño entiende “desordenado”, ese es el único mensaje que queda en su memoria. ¿Recuerdas algo como esto que tus padres te decían cuando eras niño?, ¿Recuerdas que te decían “no seas flojo o tonto o torpe?. Si has podido recordar, te darás cuenta de que te quedabas con un sabor extraño cada vez que escuchabas esas palabras. Si lo analizamos con más calma, podríamos decir que se trataba de un juicio. En el ejemplo anterior, puedes recordar que tu padre o tu madre pensaban que eras un flojo, un tonto o un torpe.

Cuando queremos que nuestros hijos dejen de hacer algo, es conveniente buscar alguna manera de guiarlos para sacarlos de allí evitando el famoso “no”. Lo ideal es explicarle los inconvenientes que tendrán si siguen haciendo lo que están haciendo, aun mas, lo ideal es que puedan decidir por ellos mismos si quieren seguir o no con la experiencia y acompañarlos para evaluar sus resultados y juntos sacar las mejores conclusiones de la aventura. Esto a simple vista parece peligroso, pero está muy lejos de serlo. Peligrosas son las consecuencias de un “no” que muchas veces va lanzado sin razones que lo sostengan. Los niños saben cuando un “no” no tiene el sustento suficiente y se dan cuenta que solo se trata de imponer un abuso de poder sobre él. De estas situaciones se obtienen los niños rebeldes.

Los padres somos los que vemos los peligros y por eso nos abalanzamos sobre nuestros hijos con un inmenso “no” cuando los vemos acercarse a algún peligro inminente. Pero hasta en estos momentos podemos utilizar nuestra inteligencia para trata de hablar en positivo. Por ejemplo, si vemos que el niño quiere acercarse a un calefactor y corre el riesgo de quemarse, podemos tener la delicadeza de acercarlo lo máximo posible para ensañarle el calor. El niño lo aprenderá de inmediato y nunca más deseará acercarse allí.

En la vida cotidiana hay muchas situaciones en las que podemos utilizar los “no”, trata de contarlos y te volverás loco. Quizás los más complicados y significativos sean los “no” que decimos a nuestros hijos adolescentes. Ellos ya tiene ciertos intereses y cuando los contradecimos se producen diferencias importantes. Pero también es posible llegar a consenso con ellos. En estos casos la vida nos obliga a tener un mejor y mas profundo dialogo con ellos. Aumentado el nivel de comunicación no tendría por qué existir inconvenientes, especialmente si hemos evitado los no en la temprana edad. Se pueden plantear las dos partes con entera transparencia, con mucho respeto y honrando ambas opiniones. Puedes explicarle a tu hijo, por ejemplo, que no quieres negarte a su salida por la noche, pero que te mueres de miedo que le pase algo o se junte con amigos que no te gustan, que eso te impide estar tranquila(o) y qué prefieres que se quede en casa. Las cosas bien planteadas tienen muchas posibilidades de que se puedan resolver. Tal cual como nos sucede cuando pedimos al universo, si explicamos el detalle, existen muchas posibilidades de que nuestra creación se manifieste.

Un niño que ha crecido bajo el régimen de los “no” no tiene su criterio personal bien formado. Está acostumbrado a la resistencia y tratará de buscar maneras poco claras para hacer lo que quiere. Será un adulto cargado de negaciones que le pesaran a la hora de hacer sus propias manifestaciones personales, no creerá que pueda ser posible. Será un adulto que le cueste tomar iniciativas por temor a hacerlo mal, no tendrá confianza en sí mismo, creerá que el mundo está en su contra, que hay gente lista para enjuiciarlo y no tendrá el mismo nivel de confianza en la vida que un adulto que tuvo una niñez sin “no”.

Mientras más existan los “si” en nuestra vida, más felices seremos. “Si” a la aventura de vivir, “si” a disfrutar del error, “si” a intentarlo de nuevo, “si” a levantarnos una y mil veces y un “SI” a ser más y más felices.

Patricia González
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sábado, 7 de enero de 2012

Los niños tienen todo el potencial


Educar es sacar a la luz la creatividad del niño. La educación no es la simple acumulación de conocimientos, tampoco es una preparación para poder ganarse la vida como hoy se acostumbra a pensar. La educación es mucho más que todo esto. Se trata de ayudar a los niños y jóvenes a ubicarse en el contexto de la vida, a saber tomar sus propias decisiones basadas en el bien personal y común, que aprendan a utilizar sabiamente su propia libertad, que sepan reconocer lo que les gusta hacer, que sean capaces de saber lo que esperan hacer de su vida y que sepan cómo hacerlo por sus propios medios, que se relacionen con aprecio a sí mismos y a los demás, que sean perseverantes y capaces de alcanzar metas, respetando la diversidad, con valores y virtudes.

Cada niño viene dotado de todo el potencial para ser lo que tiene que ser, no es nuestra tarea imponérselos. Ellos vienen a cumplir con un plan superior para desarrollar su nivel de conciencia con su particular aporte a la humanidad. Actualmente no estamos celebrando la diversidad de los niños, los uniformamos y les exigimos un rendimiento también uniformado. 

Lo primero es el SER y después vienen los conocimientos. Primero está la búsqueda de la felicidad interior y la guía para que ellos mismos lo descubran. Las escuelas son inertes cuando se saltan estos principios tan importantes que dejan de lado el cómo se aprende a vivir en las relaciones con los demás, cómo comunicarse, cómo enfrentar los éxitos y los fallos y cómo todo en el universo está conectado.

Hemos impuesto los aprendizajes intelectuales por sobre la creatividad, la educación emocional, la capacidad de observación y la genialidad innata de los niños. Esta imposición limita o anula la capacidad de soñar y lo más valioso de un ser humano es su capacidad de soñar, porque ésta le permite innovar y expandir su ser, que son los más importantes portadores de la felicidad en el adulto. La persona que tiene mutilada su capacidad de soñar no puede ser feliz y su vida se convierte en un sobrevivir.

El conocimiento se ha inclinado demasiado a lo intelectual. Las artes enseñan las emociones y cada vez son más postergadas en los programas educacionales. Es vital lograr un equilibrio en todas las asignaturas, mitad para cada parte del cerebro. No se trata de eliminar contenidos, es agregar más cosas para que aprender sea más rápido. Se logran mejores resultados y con excelencia cuando hay un ambiente más agradable. Es importante que los niños sientan su propia confianza por el aporte que harán al mundo, que ellos puedan sentir que van a contribuir, que descubran el propósito de su vida con un enfoque de cooperación y conexión con la red de la vida. Todas estas son habilidades necesarias para la vida.

En la educación formal actual, todo lo que se enseña está limitado en un marco, hay especialización por áreas. Por eso cuando los jóvenes terminan sus estudios lo hacen sintiéndose inútiles si alguien no les da empleo, se llenan de temor y desconfianza de la vida. De las escuelas no salen a crear empleos, salen a buscar empleo. No se crean emprendedores. Las personas terminan creándose una perspectiva que es más cercana a un espectador de la realidad, en vez de estar dispuestos a  cambiar la realidad. Se forma una mentalidad competitiva, derrotista y egoísta que fomenta los intereses creados y mezquinos que no favorecen a la humanidad, sino que obedecen a intereses personales o reducidos a grupos de poder.

Bajo estas limitaciones, cuando llegamos a la adultez,  juzgamos todo nuestro entorno en base a bueno y malo y no se comprende que es mejor enfocarse en que todo es mejorable. O sea, nos quedamos sin iniciativa, somos meros espectadores de lo que sucede y no nos sentimos capaces de hacer algo para mejorar nuestras circunstancias.

Un sistema integrado de aprendizaje evitaría que la ciencia y la tecnología sigan  siendo manejadas por intereses egoístas. Los jóvenes educados en un sistema amplio utilizaran todo su criterio para resolver las problemáticas actuales porque habrán desarrollado su conciencia y formularan soluciones amplias, las más amplias posibles.
 
Pensar en forma amplia, contando con toda la información necesaria para tomar buenas decisiones evitará, por ejemplo,  que empresas como Monsanto pretendan apoderarse de las semillas del mundo y produzcan hambre y una escases creada artificialmente. Todos estamos de acuerdo en que hace falta valores y ética y la educación segmentada y fraccionada no lo está permitiendo.

Es necesario que los niños aprendan a aprender, por eso no es tan necesario  memorizar datos, sino la habilidad de ver más allá, para que cuando trabajen resuelvan sabiamente. Esto no se enseña con los libros, los libros son accesorios que podrán utilizar después de valorar la dignidad humana y la sustentabilidad de la humanidad. La ciencia y la tecnología vienen después del desarrollo de la conciencia. Cada niño es único y grande, pero nuestras escuelas reprimen estas potencialidades, están reduciendo sus capacidades y están formando profesionales competitivos y sin confianza en la vida.

Los niños saben cómo ser niños, no son ignorantes, les faltamos el respeto y los atropellamos cuando creemos que nosotros tenemos que llenarlos de nuestros conocimientos en desmedro de lo que ellos traen en su interior. Lo único que podemos hacer es acompañarlos a SER. Cuando comprendemos esto, participar en la educación de un niño se convierte en un honor y un privilegio.

Patricia González
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