jueves, 8 de diciembre de 2011

Los hijos en la familia


Los padres somos los dadores de la vida a los hijos. Los hijos no tan solo reciben la vida que les entregan sus padres, sino que también reciben un conjunto de información contenida en el ADN de sus progenitores. Sin embargo, además de toda la herencia de sus padres, que viene a través de las anteriores generaciones, el niño trae una increíble y vasta inteligencia que puede ser liberada y utilizada por él a lo largo de su existencia terrenal. Aunque se nos hace difícil creerlo, los niños vienen dotados con la sabiduría y el poder necesario para guiarse en la vida y aprovechar su máximo potencial en forma natural.

Los niños nacen con una increíble capacidad para expresar paz, confianza, amor y libertad. Pero, generalmente, a los pocos años de vida, todas estas virtudes van quedando fuertemente bloqueadas a causa de todo lo que sus padres y la sociedad comienzan a transmitirle en forma reiterativa hasta lograr su esperada “adaptación al medio”.

La gran mayoría de los padres  esperamos que los niños se adapten lo más rápido posible a lo que hemos creado en comunidad, la tarea se nos hace urgente. Es deseable que ellos se comporten de una manera adecuada para evitar muchos posibles problemas, tanto para sus padres como para ellos mismos. Sin embargo, con esta actitud, seguimos creando siempre las mismas situaciones, tanto en los temas sociales, económicas, de salud, de desarrollo personal, niveles de felicidad, expresión limitadas del ser y tantas otras que ya conocemos demasiado bien.

Muchas son las personas que ya reconocen que los problemas que tiene la humanidad hoy pueden ser mejorados con cierta facilidad haciendo algunos cambios de paradigmas, incluyendo algunos conocimientos y aplicando en mayor grado la guía dictada por el corazón. Poco o nada ganamos por esforzarnos en seguir extendiendo los mismos modelos a nuestros hijos cuando las cosas pueden ser perfeccionadas. Si algo se puede mejorar, no es necesario seguir imponiendo esos modelos que ya sabemos que están quedando obsoletos y que quedan estrechos a los nuevos tiempos.

Los niños de hoy tienen una característica muy marcada, ellos son más claros y más despiertos. Les aseguro que si escucháramos sus ideas y les pidiéramos sus consejos, aunque tengan muy poca edad, ellos nos darían soluciones reales a los inconvenientes que estamos viviendo nosotros los adultos. Por ejemplo, ellos saben que todos los medios materiales son alcanzables y nos pertenecen. Nosotros nos empeñamos en que ellos entiendan que ganarse la vida es muy difícil, que hay que sacrificarse y trabajar duro para poder sobrevivir. He escuchado a muchos padres que niegan algunas cosas a sus hijos para que ellos aprendan que en la vida no todo se consigue, que hay que aprender a reprimir los deseos de tener algunas cosas o que tienen que esforzarse mucho para conseguirlas.

Cuando transmitimos estas y otras ideas limitantes a nuestros hijos, generamos una corriente de frustración, ansiedad, temor, culpa, vergüenza, incomodidad, resentimiento, ira y otros sentimientos y emociones negativas que no nos corresponden como seres humanos. Cada vez que insistimos en que ellos aprendan lo equivocado que nosotros pensamos de la vida y de nuestras capacidades, generamos en ellos un desconcierto que los llenará de dolor y de varios inconvenientes que pueden generar hasta problemas de salud.

Generalmente, un niño pequeño enferma solo a causa de lo que siente y percibe de sus padres, especialmente de la madre que es la persona que muestra el niño como es el mundo y la vida. Los niños muy pequeños reciben las vibraciones sin que existan palabras de por medio. Ellos pueden darse cuenta de los problemas de pareja sin que jamás nadie les explique nada. Pueden advertir el estado de ánimo de sus padres, la armonía o la desarmonía. Pueden sentir las preocupaciones, nerviosismo y  toda la variedad de resonancia energética que los rodea.

Cada sensación percibida por el niño formará el mundo que ve. Su mundo se modelará de acuerdo a las sensaciones que más se repitan, se refuercen y se fortalezcan en su infancia. Todo su mundo dependerá de la calidad de su ambiente y este puede llegar a ayudarlo a ser más feliz o a impedir que lo sea con facilidad.
Pero esto no es casualidad. Los niños eligen a sus padres, ellos eligen las circunstancias que desearan vivir y todo su aprendizaje de infancia solo será una manera de experimentar a su SER interior. Los hijos tendrán la hermosa labor de hacer los cambios necesarios de mentalidad, aun sin desear querer cambiar la de sus padres. Ellos pueden mejorar todo lo que han recibido de sus padres por amor a la evolución. Por esta razón no existen los errores en la crianza de los hijos. Los hijos han recibido la tarea para hacer algo con eso, para hacer un aporte a la humanidad y seguir el camino de la evolución. Los hijos se encargarán de trabajar con las flaquezas de sus padres y los padres pueden comprender con amor esa inmensa y maravillosa responsabilidad.

Podemos aceptar que los niños vienen dotados de una inteligencia natural y que ellos serán los encargados de expandir las nuevas tendencias de la conciencia colectiva. Cuando insistimos en trasmitir a los niños lo que puede ser mejorado, aparecen los “niños problema”, los que se pueden expresar en forma rebelde, extrovertidos o introvertidos. Los niños que aparentemente son niños problema, casi siempre son los más claros, son los que cuestionan lo que les hemos mostrado, son los que ven mas allá de nuestras limitaciones, son increíblemente inteligentes, están más conectados a su guía interior, pero se han vuelto un problema porque nadie ha querido respetar su verdad.

Patricia González
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