Cuando somos niños,
es cuando más estamos abiertos a recibir la información del medio que nos rodea
para crear las bases de la personalidad y formar una guía de valores que nos
ayudarán a encontrar el propio camino. Sin embargo, muchas veces, las ideas que
la sociedad y los padres entregan a los niños no están favoreciendo los pilares
de la libertad y del desarrollo de SER. Más bien, están enfocadas a tratar de
enfrascar a los hijos en el mismo sistema de creencias reinantes, para seguir
la misma estructura, debido a que pensamos que la vida tiene que ser así, tal
cual la conocemos hoy.
Cada niño es una
propuesta nueva y por eso muchas veces tenemos dificultades para comprender lo
que ellos pueden estar siendo y haciendo, o lo que puedan plantear y opinar. El
adulto tiende a pensar que sabe como guiar a su hijo, pero siempre puede tener
la oportunidad de aprender algo nuevo con él, con el niño y con el adolescente,
porque ellos vienen a refrescar la vida.
Es muy común
confundir la entrega de información y el traspaso de valores con una programación.
Programar a un ser humano no es la finalidad. La finalidad de la crianza de los
hijos es amarlos para que se desarrollen libremente, para que descubran su
propio potencial y sus propios valores. Evidentemente que no nos resulta
sencillo hacer esto debido a que los padres no han aprendido a amarse y a
respetar su propia libertad.
Los hijos se
convierten en una oportunidad para observar la propia programación guardada en
la mente de sus padres. Muchas veces, sin mucho análisis, sentimos que nuestros
hijos pueden estar equivocados, cuando somos nosotros los que no estamos
aceptando la apertura a más amor interno del SER.
Es importante darse
cuenta de que las fronteras de los adultos están mas estrechas que la de los
niños y este solo hecho es suficiente para detenerse a pensar y mirar dentro nuestro,
para descartar que los inconvenientes que tenemos con ellos sean producto de
una cerrazón de nuestro propio corazón y un intento para implantar nuestra
propia programación en las mentes de nuestros hijos.
Programar es
manipular y todo intento de manipulación creará dolor, porque el ser humano es
libre por naturaleza. Un niño, aun sin saber qué es lo que sucede, advierte con
mucha claridad cuando sus padres, profesores u otro adulto que interacciona con
él, trata de manipularlo. Todo niño sabe internamente que es libre y siente la
manipulación como un quiebre en su sistema energético que lo desestabiliza,
pudiendo reflejar este efecto en varios desajustes de su personalidad y optar
por revelarse o por la sumisión.
Los padres creen
advertir lo que quieren transmitir a sus hijos, pero muchas veces no alcanzan a
visualizar que están siendo participes de un intento de traspasar a sus hijos
un sinfín de programación basada en el miedo, en los ideales antiguos de la
cultura, en los vicios de la educación y en las imperfectas ideas sociales. De
esta manera postergan el amor y el respeto a su propio SER por ideas que solo
pueden estrechar su grado de libertad.
El mayor
inconveniente se encuentra en el temor a que los hijos puedan mal aprovechar su
libertad, creyendo que ellos no serán capaces de gobernar sus propias acciones,
que no sabrán decidir por su bien, que no podrán sostenerse alineados al bien.
Sin embargo, a estas alturas de la evolución, ya advertimos que cada ser humano
viene dotado de una guía de referencia y que está basada en el amor. En este
sentido, los padres no tienen el deber de enseñar algo tan innato como esto, más
bien tienen el deber de respetar, velar y hacer todo lo posible por mantener y
contener la vida de sus hijos en un medio repleto de amor. Mientras mas amor,
mejor. Los niños no necesitan nada especial de sus padres, ellos solo necesitan
la libertad del amor perfecto de la Fuente que vela eternamente por su bien.
Bajo los cuidados del amor divino un hijo no puede perderse jamás, todo lo
contrario, el amor es lo único que puede permitirle que se encuentre a sí mismo.
Muchas veces queremos
trasmitir a nuestros hijos ideas que creemos que son verdad y que en realidad
son falsedades transmitidas de generación en generación. Esta es la causa de
que los males familiares se transmitan. Las nuevas generaciones no tienen la oportunidad
de generar los cambios cuando los padres insisten en saber la verdad e intentan
implantarla a sus hijos. Entonces los convertimos en meras marionetas que
siguen los mismos patrones que causan dolor.
Cada niño tiene el
derecho a liberarse de la programación y de las falsas ideas implantadas en la
sociedad. Todo lo que queramos implantar en ellos es dañino. Todo lo que
contiene la cultura son solo ideas que acumulamos con el tiempo que no guardan
relación con la verdad, porque no son ideas autenticas del interior de cada
individuo.
Un ser mas
evolucionado tiene la posibilidad de elegir lo que quiere acepar en su mente.
Podemos hablar a nuestros hijos de cualquier tema: de religión, de sexo, de
política, de educación, de costumbres culturales, de nuestros ideales, de los
ideales de la sociedad, pero no podemos presionar o intentar implantar aquellas
ideas sobre los hijos para que dejen de ser dueños de su vida y se conviertan
en seres dormidos que siguen a la multitud con todos los vicios que ella tiene.
Ellos tienen derecho a ser dueños de sus vidas, correr el riesgo a equivocarse
y aprender de sus experiencias.
Todos estos temas
están siendo fuertemente sacudidos por cambios intensos en estos tiempos. Lo
que antes era inamovible, ahora es perfectamente modificable. Todo es mejorable.
Pero, ¿cómo cambiar
si no sabemos lo que reemplaza a esas ideas antiguas?. Hay una guía, una guía
que nunca fallará: intentar que la vida de nuestros hijos sea la más feliz
posible. Aquí no caben los miedos, el temor a Dios, los deberes, los esfuerzos
extremos, los castigos, los juicios, las criticas, el abuso de poder, las ideas
pesimistas, transmitirles las ideas de escasez,
tratarlos de ignorantes, ridiculizarlos, desprestigiarlos, aplacar sus
ideales, limitar la expresión de sus pensamientos, de sus emociones y de sus
sueños por mejorar el mundo.
Solo lo que nazca
desde el interior de nuestros hijos los hará auténticos y libres. Todo lo que
queremos transmitirles (aunque sean muy buenas intensiones) los esclaviza, los
vuelve dependientes, dominados por las ideas ajenas programas por alguien. Todo
esto no puede darles ni éxito, ni felicidad, que es lo que intentamos conseguir
con nuestra intervención.
Patricia González
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