viernes, 2 de noviembre de 2012

Los padres preocupados


Es muy natural que los padres, especialmente las madres, se preocupen mucho por el bienestar de sus hijos. En los niveles más elevados la preocupación no existe, pero para el común de las personas no existe la vida sin preocupación. Pensamos que preocuparnos es una virtud, cuando en realidad la preocupación es una actividad que se podría transformar en ocupación, logrando realmente el objetivo que perseguimos estando en estado de preocupación.

Al fin de cuentas, decirle a una madre que no se preocupe, es como decirle que se olvide de su hijo. Lo tenemos tan internalizado que el solo hecho de imaginarlo parece una locura. Pero al menos trataremos de ver que existen dos tipos de preocupaciones y que una es mucho menos dañina que la otra.

Existe la preocupación de que algo malo les pueda suceder a los hijos y existe la preocupación de querer lo bueno para los hijos. Ambas parecen ser lo mismo o muy parecidas, pero son muy distintas en su base. Entre estas dos alternativas la segunda es la menos dañina.

El solo hecho de estar pensando en cosas desagradables que puedan suceder o afectar a nuestros hijos es una actividad mental que tiene sus consecuencias a nivel energético que no ayuda y no puede ayudar a evitar nada. Este tipo de preocupación, más bien, centra las energías en esa posibilidad que queremos evitar, provocando el efecto contrario a lo deseado. Esta actividad puede ser expresada verbalmente a los hijos o solamente puede ser un rumiar de pensamientos y sentimientos que tenemos internamente en el más absoluto silencio. En ambos casos el efecto es igual. Lo expresemos o no verbalmente, el efecto se hace sentir de todas maneras.

Cada vez que decimos “no quiero que le pase esto a mi hijo”, aumentamos las probabilidades de que eso suceda. Mientras más centramos las energías en ese hecho, mas aumentamos la probabilidad de que se convierta en una profecía auto cumplida. Esto es explicable por la ley de atracción que señala que todo aquello que alimentamos, es lo que se manifiesta. Cuando se maquina este tipo de preocupaciones al interior del corazón de la madre, las energías son liberadas y dirigidas al hijo, quien las recibe con poca resistencia debido al lazo tan estrecho que tiene con ella.

Muchas veces los adolescentes, que ya tienen cierto criterio personal formado, oponen resistencia a este tipo de energías de preocupación por algo malo. Y debido a la ceguera de sus padres, ellos muchas veces son catalogados de rebeldes sin causa. Los jóvenes pueden sentir las energías de baja vibración que recaen en ellos y saben que algo no anda bien, aunque a veces no saben exactamente de qué se trata, sienten un inexplicable impulso a resistir. Muchos de los padres redoblan sus argumentos aumentando aun más sus miedos internos al seguir observando más rebeldía de parte de sus hijos. Por razones personales, cuando me encuentro con este escenario, se me conmueve el corazón.

Las madres al menos pueden dedicarse a preocupase por desear que a sus hijos todo les resulte muy bien, fácil y agradable. Este tipo de preocupación puede hacer que las energías sumen en vez de restar. Cualquier persona necesita aliento y quien mejor que una madre para entregarlo a su hijo debido al cercano lazo que los une. Un hijo que siente esta energía de preocupación de su madre, sabrá que está demás, pero al menos la agradecerá. Ese hijo tendrá la capacidad para comprender que su madre desea su bien y se dará cuenta de que se desvela más de la cuenta, pero lo recibirá con amor.

Para el amor incondicional no existen las preocupaciones, pero mientras nos acercamos a experimentarlo, al menos podemos intentar preocuparnos por desear cosas buenas a los hijos. Si pudiéramos medir la dimensión del daño que hacemos a los hijos cuando les expresamos las preocupaciones de que algo malo les puede pasar, nunca lo haríamos. Estas energías los empapan de una pesadez que a veces cargan por toda la vida, impidiendo que se expresen libres y confiadamente en la vida. Las energías de pesadez pueden afectar todas las áreas que necesita desarrollar el niño, impidiendo que se realice y que alcance su propio bienestar, consiguiendo justamente lo que queríamos evitar originalmente. 

Cuando te encuentres maquinado desastres relacionados a tus hijos, puedes detenerte de inmediato, asumiendo que eso no te llevará, a ti y a tu hijo, a ningún resultado favorable. Pide que la calma llegue a tu mente, que el amor se manifieste con hermosos deseos para ellos. Pide que tus pensamientos sean cambiados y transmutados y diseña los mejores escenarios posibles y trata de comunicarlo a tu hijo. En todo caso, no será necesario que lo exprese verbalmente. Debido al estrecho lazo que tienes a tu hijo, él recibirá el mensaje sin necesidad de que hables y lo agradecerá con amor.

Patricia González.

Tu Coach para realizar los cambios que deseas:  patricia@yovivo.cl

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