domingo, 9 de diciembre de 2012

Los hijos y el nuevo mundo que se avecina


Por mucho tiempo hemos deseado que el mundo sea diferente a lo que actualmente es. En alguna medida, todos esperamos que las personas en la tierra seamos más amables, mas amorosas, más honestas y más felices.

Tenemos la tentación de creer que alguien tendría que hacer algo para acercarnos más al bienestar de la humanidad, pero lo cierto es que este depende de la vibración personal de cada uno de nosotros. Cada granito de arena conforma toda la arena de la playa.

En el enorme y vasto océano no parece relevante una gotita de agua, pero aunque nuestros ojos físicos y nuestro sentido común nos puedan engañar, la vibración de cada Ser en este planeta tiene una gran importancia y un gran valor. Una sola persona puede ser capaz de activar un gran cambio y si son varias mucho mejor.

Nuestros amados hijos llegan a este mundo con algunas tareas por cumplir y nosotros somos participes y colaboradores para que ellos puedan hacer su personal aporte. El encuentro entre las generaciones de padres e hijos a veces parece complicado, pero si prestamos atención, no lo es tanto. Más bien, los inconvenientes que se pueden presentar se deben a la resistencia que los adultos interponemos entre ellos y nosotros.

Nuestros hijos nacen más cercanos al amor que al miedo. Siendo pequeños, ellos son especialmente abiertos y confiados, son dulces y amorosos, tienen sensibilidad y miran a todas las personas libremente. Ellos están más cerca que nosotros de ese mundo que anhelamos internamente.

Es deseable que seamos capaces de aprender de ellos en vez de insistir en que ellos se parezcan a nosotros. Los adultos que no hemos tenido aun el privilegio del despertar espiritual, podemos tener la posibilidad de acercarnos a él por medio de la observación y la adaptación de muchas de las características de nuestros pequeños hijos.

Muchas veces no consideramos sus actos u opiniones ingenuas precisamente porque las catalogamos de ingenuas. Sin embargo, podríamos recibir grandes lecciones de la más elevada espiritualidad al escucharlos y meditar en sus ideas y conceptos.

En estos tiempos los niños nacen cada vez más despiertos y muchos padres son sorprendidos con sus palabras llenas de sabiduría. A veces los padres nos sentimos muy extraños porque en el fondo sabemos que ellos están expresando verdades profundas, pero nos cuesta mucho aceptarlas porque parecen sacadas de cuentos de hadas y pensamos que no son aplicables a la vida común de las personas en este planeta.
Por ejemplo, los niños saben que todos los bienes materiales les pertenecen por derecho y nosotros nos empeñamos en demostrarles que ganarse la vida es difícil, que se debe trabajar duramente y que se deben preparar mucho para conseguirlo. Muy rápidamente comenzamos a enseñarles lo que pensamos que es verdad y muchas veces los alejamos de la verdad.

Los hijos que llegan a la adolescencia en medio de una rebeldía que no parece tener sentido, tiene todo el sentido que se merece. Los jóvenes rebeldes están haciendo una queja porque han descubierto que tal o cual situación puede ser diferente y más amorosa. Pero, cuando han llegado a la rebeldía, es porque ya están protestando por la injusticia de haber sido privados de la oportunidad que tenían para demostrar que sus ideas eran más cercanas a la realidad.

Un joven rebelde ya está internamente alcanzado por la frustración generada por los adultos represivos. Un joven que ha conservado sus ideales y trabaja por medio del amor en sus sueños, es un ser humano al cual se le ha otorgado y respetado su derecho a Ser.

La represión de un ser humano sobre otro solo acarrea dolor. Eso también es válido entre padres e hijos. No es fácil flexibilizarnos cuando hemos sido educados bajo represión, pero esa es la meta. Encontrar un término medio entre lo que esperamos de nuestros hijos y el aporte que ellos por propia misión de vida traen para cumplir aquí.

Cada vez que nos suavizamos, buscamos la comprensión y el entendimiento con nuestros hijos, estamos dando la oportunidad para que ellos nos aporten  todo lo hermoso que traen de regalo a esta humanidad. Nuestro futuro tan anhelado de paz, armonía y felicidad está en las manos de nuestros hijos y podemos comenzar a prestar más atención a sus mensajes del nuevo mundo que se avecina, aunque de momento no lo creamos aplicable a la realidad.

Patricia González.

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